Juan 6:31-39
31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. 32 Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. 33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. 34 Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. 35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. 36 Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis. 37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. 38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
REFLEXIÓN
Seguro conocemos la sensación de hambre y sabemos que es insoportable. Sentimos que nuestro estómago está vacío, nos podemos sentir débiles y hasta podemos llegar a sentir «dolor» de hambre.
Pero la sed es mucho peor en una etapa avanzada del proceso de deshidratación. Esto significa que cuando llegamos a sentir sed, ya hemos perdido un gran porcentaje del agua de nuestro organismo. Ahora relacionemos esta experiencia de lo natural a nuestra vida espiritual. Dios ha puesto eternidad en nuestro corazones, esta es la razón por la que siempre buscamos algo que nos satisfaga, pero erróneamente lo buscamos en cosas materiales, trabajo, estudios, logros, éxitos, parejas, hijos y muchas otras cosas. Es como la manera en que nuestro ser espiritual nos dice que tiene hambre y sed, Pero con el pasar del tiempo nos damos cuenta que sigue allí esa necesidad insatisfecha. Este pasaje el Señor Jesús nos enseña que El puede ser nuestro pan de vida, pan de Dios que descendió del cielo y da vida al mundo para que nuestro ser, Él nos quiere sustentar cada día, nos quiere fortalecer nos quiere nutrir con su palabra; así como es de indispensable para vivir el pan o la comida y el agua, así es de necesario su presencia en nuestras almas cada día, porque así como se empiezan a sentir efectos en nuestro cuerpo al dejar de comer o beber, así también nuestra alma sufre efectos cuando descuidamos nuestra relación y amistad con nuestro Dios. Esforcémonos a pasar tiempo en una pequeña lectura y en oración cada día y veremos cómo se empieza a sentir satisfecha nuestra vida, y nuestro corazón se llena de contentamiento, de paz aún en medio de las situaciones difíciles, porque el promete que no tendremos sed jamás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario